Si algo ha demostrado la expansión del coronavirus es que nos encontramos ante una enfermedad que no entiende de razas, sexos ni condiciones económicas. Hemos ido conociendo, poco a poco, el positivo de políticos, funcionarios, sanitarios e, incluso, de deportistas de élite. Da igual, nos puede tocar a cualquiera de nosotros. También a los futbolistas, ese colectivo al que, muchas veces, idealizamos y apartamos de lo que, creemos, “es normal”.

El mundo del deporte ha parado cualquier actividad hasta que se resuelva esta crisis sanitaria que, al menos, nos tendrá otros 15 días en casa. Una actividad que, evidentemente, también ha parado nuestro C.F. Fuenlabrada. El conjunto azulón paralizó sus entrenamientos hace dos semanas y, por el momento, no cuenta con una fecha de vuelta. Los jugadores y el cuerpo técnico se apañan, como pueden, para seguir con los entrenamientos.

Así nos lo cuenta Cristóbal Márquez, uno de los capitanes del equipo. Él se refugia en los horarios marcados por su hijo y en una rutina que, cada día, comparte con seis compañeros del equipo y el preparador físico. “Hacemos una especie de calentamiento, un poquito de core, unas planchas y, luego, cada uno, tenemos una rutina de ejercicios más específicos de pierna o de tren superior”, nos explica desde su domicilio. De esa forma, las vídeollamadas se han convertido en el nuevo Estadio Fernando Torres.

Para mantener la forma, todas las mañana están obligados a mandar una foto de la báscula, controlando el peso en una etapa de confinamiento en la que es más senillo coger algún gramo de más. Cristóbal reconoce que lo que más echa de menos es “salir a dar un paseo con mi hijo y mi mujer por las tardes”. Cuando vuelva a disfrutar de la libertad volverá a vivir, también, la emoción del fútbol. Una emoción que, por ahora, no tiene fecha de regreso: “creo que hay un 100% de posibilidades de que se vaya a acabar la temporada, ya sea dentro de dos meses, de tres o de cuatro, y la que va a venir condicionada será la siguiente temporada”.