Que a estas alturas de la pandemia, aún haya en nuestro país la friolera de cinco millones de ciudadanos indecisos pendientes de administrarse la vacuna contra la Covid 19, en vez de una cuestión de rechazo por temor o desconfianza hacia el sistema o a lo establecido, más bien parece sátira u opereta monumental y un insulto al resto de los sufridores congéneres que asumen a pie juntillas este o cualquier otro deber en bien de el conjunto del planeta.
En esta tesitura digna de una parodia magistral, cabe preguntarse… pero esa gente , no es conocedora de las noticias acaecidas durante casi los dos años anteriores, se la trae al pairo el prójimo y el caos sufrido o no siente escalofríos ante las cifras de cientos de miles de seres humanos que a día de hoy nos han dejado o ante los que aún sufren secuelas del mal.
Pero, es tanto el egoísmo o el miedo o la irresponsabilidad absoluta que viven en sus carnes que les impide ver, con un atisbo de claridad, que en ocasiones el ego y la individualidad deben dejar certero paso, al bien común y la solidaridad en pos del resto.
Acaso no se enteraron que incluso un puñado de negacionistas, pidió perdón antes de su propio sepelio, al darse cuenta del daño sufrido, no ya en su piel, sino en la de amigos o familiares, con su obstinada posición de negar lo innegable.
¿Acaso alguien duda que cuando truenos se escuchan, es que el aguacero ya se barrunta? ¿De dónde han salido esta legión de infumables, que ni dejan hacer ni hacen?
Ojalá que el cielo los asista y el dichoso virus pase por su lado haciendo quiebro en su sendero y no tengan a posteriori que lamentar su desapego y desprecio con la sociedad que les ampara y que gasta sus recursos también en ellos, esperando reciproca respuesta.
Ellos, que deben sentirse por encima de la ley del hombre, pero se benefician como el más pintado de su protección, cuando sus intereses les dictan. Sin pararse a pensar ni por un momento, que en el justiprecio y la equidad, se halla la lógica respuesta de la sociedad ante cualquier mal que en determinadas circunstancias se halle al acecho.
No le busquemos tres pies al gato, llamándonos a engaño, pues ya todos sabemos que tiene cuatro y la quinta pata sólo es un sueño o tal vez el rabo, para la mente insulsa de los incautos.