OPINION | MOMENTOS DE REFLEXIÓN / Hombres buenos, hombres malos

Opinión de Estrella Rojo e Isidora Barrado

Hombres malos, hombres buenos

Opinión de Isadora Barrado y Estrella Rojo

Hace unos días el país se quedó por un momento sin respiración y con el corazón roto: acababa de aparecer, lastrado con un ancla y a mil metros de profundidad, en el fondo del mar, el cuerpo de la niña de seis años de Tenerife secuestrada, junto con su hermana menor, por su padre. Desgraciadamente no es la primera vez que pasa una cosa así, pero cada vez que ha sucedido, cada vez que un niño es asesinado por su padre en el entorno de una separación complicada, muchos sentimos un gran dolor y una gran incomprensión.

 

Horas después, dialogando las que firmamos este artículo con amigos varones, hombres buenos que defienden con vehemencia la igualdad de la mujer, nos hablaban del padre asesino como un loco; porque para ellos ese asesinato sólo era concebible desde la enfermedad mental. Para nosotras fue importante dejar claro que el asesino de las niñas no es un loco, es un malvado. Un machista malvado. Un hombre que, para castigar a la mujer que no actúa como él desea, quiere infligir el dolor más grande posible, un dolor para toda la vida. Alguien que ha cosificado a su ex mujer (es un objeto de su propiedad) y también a sus propios hijos, que son objetos que utiliza para causar dolor.

 

En este caso es más destacado el dolor de la gente, porque la madre, muy inteligentemente, había puesto delante de nuestros ojos a sus niñas en varios vídeos, retratadas con la ternura y dulzura de su poca edad. Además de conseguir que las identifiquemos como personitas reales y no meros datos en las noticias, la madre intenta también enternecer al padre, al que bajo ningún concepto cree capaz de hacer daño a sus hijas. Otra buena persona que no creía en la maldad de ese padre. 

 

Y estas dos visiones, bienintencionadas y lamentablemente erradas, deben ser desmentidas cuanto antes. El concepto de violencia vicaria está contrastado psicológica y criminológicamente. Es un producto evidente del patriarcado imperante en nuestra sociedad.

 

Unas horas después las noticias nos dejan otra vez sin respiración; el novio de otra niña, esta de 17 años y aparentemente con una vida poco corriente, confiesa que la ha asesinado y descuartizado con una sierra mecánica.

 

Este chico, muy joven también, de 20 años, había salido en televisión quitándose la mascarilla “para que le vieran la cara, que no es la de un maltratador”, y pidiendo a quien acababa de asesinar “que volviera, que diera la cara”. La niña asesinada deja una hija de cuatro meses huérfana, cuyo padre es su asesino.

 

Más dolor y más sobrecogimiento entre la población, que se expresa a través de concentraciones en todo el país esa misma noche, en las que pedimos una vez más “¡Ni una más! 

 

 



No son locos, son malvados

 

De los dos terribles sucesos nos quedan en la retina esos hombres, aparentemente seguros de sí mismos y cínicos supremos, que no sólo matan, sino que lo hacen con lo que en términos coloquiales llamaríamos “con recochineo”. Sin rastro de remordimiento.

 

Hombres que matan niñas para vengarse, para demostrar un poder superior, el poder de vida y muerte. De esa manera quieren exorcizar sus propias vidas, despreciables e insignificantes a sus propios ojos.

 

Y nos queda también la convicción de que hay que hacer llegar a toda la sociedad lo que es el machismo asesino. Y que la solución, abanderada por la ultraderecha, de aumentar las penas para los asesinos no funciona para lo que queremos y es QUE NO LLEGUEN A MATAR. 

 

Y otro argumento ad hominem que hay que deshacer es esa queja machista de que “se criminaliza a todos los hombres”. No es verdad; se criminaliza a los machistas, y especialmente a los machistas que en su maldad llegan al asesinato. Si esos señores (y también señoras, increíblemente) se sienten interpelados, ellos sabrán por qué. Porque ese argumento jamás se utiliza por los hombres buenos, que afortunadamente son la inmensa mayoría. 

 

Ahora sólo falta que esos hombres buenos sepan reconocer lo que la sociedad patriarcal hace con algunos de los miembros de su sexo, que se den cuenta de que la igualdad es un derecho a proteger todos los días y a todas horas. Que la solución vendrá por el camino de la educación en igualdad y del aislamiento social de los machistas. 

 

Que los llamados micromachismos, esas sutiles maniobras y estrategias de ejercicio del dominio masculino en la vida cotidiana de las mujeres, sean señalados como lo que son, agresiones a la mujer.

 

Y que no se olvide en ningún momento que no son locos, son malvados.

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