Violencia…una palabra bien introducida en nuestro vocabulario y en nuestro acervo cultural. Violencia que segmentamos poniendo adjetivos al lado del nombre; clasificamos, estudiamos, utilizamos y repudiamos, según.
Pero si alguien nos pregunta ¿podríamos definir la violencia?
La violencia es la utilización de la fuerza o el poder con el fin de dañar a otra persona, físicamente, psicológicamente o, de modo más sutil, de forma que sus posibilidades en cualquier sentido queden dañadas, reducidas o anuladas.
Como puede deducirse de lo anterior, la intención de dañar es uno de los elementos necesarios para la existencia de la violencia. Tener esto en cuenta nos va a ilustrar a la hora de esclarecer si hay o no violencia dependiendo de quien sea el sujeto que la ejerce.
Porque ese es otro de los factores a tener en cuenta: para que exista violencia se necesitan dos actores, el que la ejerce y el que la padece. Y hay 3 ejercientes que dan lugar a 3 tipos de violencia:
- Violencia contra uno mismo (es el propio sujeto quien ejerce violencia sobre sí mismo)
- Violencia interpersonal: persona que ejerce violencia sobre otra con modos muy variados de ejercerla, violencia de género, familiar, acoso, bulling, etc.
- Violencia colectiva: se ejerce por un colectivo sobre otro colectivo y suele tener razones políticas, religiosas e ideológicas, afecta a gran parte de los aspectos de la vida y es el camino para agresiones físicas, asesinatos, etc.
Aquí tenemos múltiples ejemplos que se han dado en la historia reciente y, tristemente, en nuestra actualidad más reciente. La discriminación sistemática de cualquier grupo o minoría es el ejemplo que ilustra este tipo de violencia.
También se puede clasificar la violencia según el modo que el agresor utiliza para dañar: física, psicológica, verbal, sexual, económica, negligencia, bulling, cultural, social.
Me detendré en dos de ellas por considerar relevante su definición ya que puede ayudarnos a entender hechos que ocurren a diario: la violencia psicológica y la violencia social.
La primera de ellas es la que permite al agresor adquirir dominio y control sobre su víctima. Es insidiosa, no siempre visible y por tanto las victimas pueden normalizar lo que les ocurre. Ejemplos de la misma son: el acoso, la humillación, los celos enfermizos, la intimidación, el chantaje, el abuso emocional, el aislamiento.
Violencia social: la mejor forma de definirla es diseñando un ejemplo. Para ello solicitemos de alguien que invente cualquier acto social que sea capaz de vulnerar la integridad física de una persona o de un grupo/colectivo; una vez que tenga ya el que hacer que invente el quién lo llevará a cabo, si él/ella misma o bien un grupo o colectivo. Algo como esto es lo que ocurre casi a diario en nuestras calles con algunos colectivos. Ahora, preguntemos a ese alguien ¿Cuál es el objetivo, por qué lo hace? Seguro que responderá cosas variadas pero en todas subyace el mantener el poder, la hegemonía, el poder de los normales sobre los que no se les atribuye esa condición (heterosexuales sobre homosexuales, hombres sobre mujeres, fieles de una religión sobre otra, miembros de una cultura sobre los de otra, y un infinito etcétera).
A menudo, leemos u oímos que las cosas que están pasando no tienen que ver con…X o Y declaraciones, creencias, actitudes de personas conocidas por su actividad, generalmente política o religiosa. ¿es esto así? ¿podría admitirse que los mensajes inflamatorios contra personas y colectivos proferidos desde determinados espacios/púlpitos no tienen que ver con determinadas conductas?
La única forma de cambiar la violencia es con la Educación, la información y el conocimiento
La realidad es que no, no puede admitirse. La realidad es que están directamente relacionados. Porque la violencia no es algo que surja de modo espontáneo porque, incluso cuando una agresión se produce de forma repentina, ello no significa la inexistencia de algún tipo de pensamiento, creencia o decisión previa.
Entonces ¿qué es lo que está detrás de los comportamientos discriminatorios/de odio/ violencia? La pena, la rabia, de no lograr un objetivo, un interés personal, de que algo (la sociedad, por ejemplo) sea tal como figura en nuestras creencias personales e ideológicas.
También el aprendizaje social de como tenemos que ser, como ha de ser una sociedad que hemos realizado a lo largo de los años y que cristaliza en determinados momentos en los que existe conflicto o crisis (económica o política) social que hace volver a mirar a eso que hemos aprendido y que hemos interiorizado.
Es ese nos vienen a quitar trabajo, la familia ha de ser como dios manda, el sexo como dios ha establecido para eso nos hizo hombre-mujer, el miedo a que nuestro país se destruya, el miedo a que la virilidad no sea relevante, el miedo a que desaparezca la mujer-mujer.. y así muchos otros.
Sobre esta base emocional de rabia, miedo y pena martillean los mensajes que, primorosamente elegidos, calan en el pensamiento de quien se siente a disgusto con la diversidad, la visibilidad, la autonomía, la independencia de las otras personas. Y, en un momento determinado, se pasa a la acción.
Pero antes, recordémoslo, ha habido pensamientos, sentimientos, creencias que fundamentan el malestar que, más tarde, se expresa en la agresión.
Acabo mencionando el antídoto porque toda situación desagradable, otro día podemos hablar de los efectos de la violencia, ha de ser trabajada para que cambiarla. Y la única forma posible es con la educación, la información y el conocimiento.