Las pasadas elecciones autonómicas del 4 de mayo han dejado ríos de tintas y muchas lecturas, pero todas coinciden en al menos dos elementos; la victoria inapelable de Ayuso, que supo cabalgar el hartazgo pandémico de una población cansada y angustiada ante el aumento de la precarización de sus vidas, en un contexto de fuertes dificultades para ganársela y la fuerte irrupción del liderazgo verde y feminista de un Más Madrid renovado, que, encabezado por Mónica García, supo alejarse del ruido, los discursos abstractos y conectar con la ciudadanía progresista poniendo de relieve los problemas cotidianos que atraviesan a las madrileñas y madrileños, con la autoridad lograda tras liderar “in pectore” la oposición en la Asamblea de Madrid durante los dos últimos años.
Todo eran presumibles desventajas de partida. La candidata menos conocida y sesudos todólogos profetizando que la candidatura de Más Madrid sería devorada por unas elecciones “en clave nacional” polarizadas entre la figura de Pablo Iglesias y la de Díaz Ayuso.
Nada más lejos de la realidad. Más Madrid se reivindicó con autenticidad como lo que es, una fuerza regionalista netamente madrileña, con un plantel muy preparado técnicamente en materia sanitaria, científica, ecológica y educativa.
Sin dejarse arrastrar a terrenos discursivos pantanosos, fue desgranando propuestas relacionadas con la Salud mental, la atención primaria, la transición ecológica o el plan Reanima Madrid, desplegando recursos públicos para el rescate de Pymes, autónomos y familias. Sintetizándolo a la perfección en el lema de campaña, “por lo que de verdad importa”.
Y con Más Madrid llega la ola verde que recorre Europa de parte a parte y encabeza todas las encuestas para las próximas elecciones alemanas.
¿Será que la gente está cansada de discursos inflamados, grandes gesticulaciones, polarización y ruido? Parece que sí y unos cuantos dirigentes políticos de casi todas las formaciones deberían tomar buena nota de ello.