Más que moda. Mucho más que moda. Lo que David Delfín hacía era crear. En la magnitud y profundidad total de la palabra. Crear. Expresaba sus latidos, sus emociones, sus sinsentidos, sus miedos, sus frustraciones, sus vacíos, sus sombras. Delfín usaba el patrón para verter sobre él pura vida. Por eso, sus diseños eran de otro mundo. Incomparables con los de cualquier otro modisto, e inimitables. Algo que siempre ha dolido en la industria, sea cual fuere sus fines comerciales. Todo lo que no se puede sustituir se vuelve único, y duele no poder apropiarse de la originalidad.

Pero David Delfín supo hacerse un hueco en la competitividad casi sin querer, porque se reconocía como lo que era: un ser humano en constante punto de efervescencia. David hizo de su proyecto DAVIDELFIN (fundado junto a los hermanos Gorka, Diego y Deborah Postigo -también herederos de la firma-, y su musa y amiga Bimba Bosé) una plataforma colectiva en la que convivieron diferentes formas de expresión artística, como la fotografía, la performance, el vídeo, la música y la moda.

Y en esa genialidad cargada de humildad germinaban las miles de personas que le guardan, ahora, un recuerdo afectuoso y un beso de despedida. Aunque bien es cierto que un carisma como el de Delfín nunca termina de marcharse, y aún se puede sentir que su presencia es fuerte en la mirada de sus amigos, de su familia y de sus seguidores, que son muchos.