Tengo vagos recuerdos de mis primeras fiestas de Fuenlabrada cuando era niña. Sí que recuerdo con intensidad la pólvora, que no me la perdía ningún año. Recuerdo disfrutar en la feria con mis padres, las orquestas y la tómbola. Recuerdo cómo a principios de septiembre ya se ponían las vallas de los encierros y entonces te inundaba el sentimiento festivo. Ver a la gente vestida de peña, verlos disfrutar y conocerse todos. Eso es lo que más me gustaba, esa sensación de esencia, de seguir siendo un pequeño pueblo de casi 200.000 habitantes ya.
Este año es el primero de fiestas en pandemia. El primero en el que nos faltará tanta y tanta gente, el primero de fiestas con mascarillas, con distancia de seguridad, con restricciones y, desgraciadamente, el primero sin toros en fiestas. No podremos disfrutar de los encierros y los huevos de después en las Rosquilleras, no veremos la plaza llena, no disfrutaremos de nuestros profesionales locales ni se nos cortará la respiración al ver a los recortadores hacer quiebros imposibles. Eso sí, que nadie se confunda. Fuenlabrada es y será taurina a pesar de las circunstancias de este año. Porque Fuenlabrada es sinónimo de tauromaquia, porque Fuenlabrada no se entiende sin el toro ni sin las peñas.
Fuenlabrada es sinónimo de tauromaquia, no se entiende sin el toro ni las peñas
Mientras tanto, nos tocará esperar y disfrutar, en la medida de lo posible, de unas fiestas diferentes y teniendo siempre presentes a los vecinos que ya no están. Con la responsabilidad y el ejemplo que siempre ha dado el pueblo de Fuenlabrada. Seguiremos luchando para que no se pierdan nuestras tradiciones, las que han pasado de generación en generación, las que cuentan nuestra historia, las que nos definen y nos representan.
Queridos fuenlabreños: ¡qué viva siempre el Santísimo Cristo de la Misericordia! ¡Qué viva Fuenlabrada! Y, por supuesto, ¡qué viva España!