No era un Torneo de Fiestas más. Era mucho más que eso. Era un homenaje a la historia de nuestro Baloncesto Fuenlabrada, un echar la vista atrás para rememorar aquellos tiempos en los que fuimos tan felices. Pero, como diría Joaquín Sabina, allí donde fuiste tan feliz, no deberías tratar de volver. Solo queda aplaudir y emocionarnos.

Eso es lo que hizo el Pabellón Fernando Martín: agradecer, aplaudir y recordar. Recordar aquellos tiempos en los que Salva Guardia ponía en pie a las gradas del pabellón. Los tiempos en los que Francesc Solana o Ferrán López vestían, con orgullo, la camiseta de nuestro equipo. También, aunque más reciente, cuando hicieron lo mismo los Velimir Perasovic y Marko Popovic. Fueron tiempos buenos, aunque, seguro, vendrán mejores.