Antonio Caballero

@DonAntonioCG

Aún queda gente en el Parque Granada que recuerda las primeras patadas a un balón de aquel niño rubio. Un niño con maneras, que no tardó en llamar la atención de los ojeadores del Atlético de Madrid. Salía de una ciudad trabajadora con un sueño entre ceja y ceja: convertirse en el delantero centro del club rojiblanco.

Como no podía ser de otra forma, los fuenlabreños somos insistentes y tozudos con aquello que queremos. Y así actuó aquel niño hasta convertir su sueño en una realidad. No era fácil. Se encontraba en un club complicado, un club que vivía una etapa convulsa. Incluso, había tenido que vivir un par de temporadas en el infierno de la Segunda división.

En Albacete, en el año 2001, hacía su debut como goleador. El Atleti seguía en Segunda y, aquel niño fuenlabreño, representaba la ilusión de una afición necesitada de estímulos. Un niño de la cantera, que pronto se haría con los mandos del equipo. Él era, evidentemente, Fernando Torres.

Asentado en la élite

Su primer partido con los mayores del Atlético llegó cuando solo tenía 17 años, lo que le sirvió para recibir el sobrenombre de ‘El Niño’. Ese niño se fue haciendo mayor a pasos agigantados, comandando la nave rojiblanca durante 7 años. Su salida hacia el Liverpool, en el año 2007, suponía el adiós a un ídolo de masas, a un futbolista que se había convertido en el líder de una de las aficiones más importantes de España.

En la ciudad de los Beatles vivió sus mejores años de la mano de Rafa Benítez. De allí se marchó al Chelsea, convirtiéndose en el jugador español más caro de la historia. En Londres, las lesiones no le acompañaron y se vio forzado a buscar una mejor suerte en Italia, defendiendo la camiseta del Milan. Una etapa corta, que le devolvería, de nuevo, a la siempre será su casa: el Atlético de Madrid.