SALUD | Cuando nada fluye y (casi) todo influye

No pasa nada si las cosas no salen bien y no nos sentimos en nuestro mejor momento

No pasa nada si las cosas no salen bien y no nos sentimos en nuestro mejor momento

El autoconocimiento pasa por descubrirnos en todas nuestras facetas para construir las herramientas que nos permitan enfrentar las emociones.

Imagen: Agencias.

Alba Expósito

 

Una buena actitud a la hora de enfrentar las diferentes situaciones que nos sobrevienen siempre facilita el proceso por el que asimilamos nuestras realidades. Es evidente que una predisposición positiva nos ayuda a aceptar los cambios, ya sean buenos o malos, y a lidiar con el día a día sin que nuestro estado de ánimo sufra las consecuencias de una manera especialmente notable. Sin embargo, esto no siempre es posible y empeñarse en mantener una postura alegre o un buen talante de forma permanente es, sin duda, negativo para nuestro desarrollo personal.

 

El contexto, el momento y la situación que tratamos de abordar determinan, en gran medida, cómo vamos a asimilar la realidad que se nos pone delante y, por supuesto, el modo en el que afectará a nuestro estado anímico. El famoso dicho ‘que todo fluya y nada influya’ luce muy bien impreso en un bloc de notas o en la taza del desayuno, pero, por mucho empeño que pongamos en ello, no es posible, ni sano, obligarnos a cumplir con esa máxima.

 



El contexto, el momento y la situación que tratamos de abordar determinan, en gran medida, cómo vamos a asimilar la realidad que se nos pone delante

No tenemos que satisfacer ninguna expectativa ajena ni encajar, necesariamente, en el concepto mainstream de felicidad. A veces, es necesario y saludable permitirse sentir tristeza, frustración o enfado. No tenemos que regodearnos en esos sentimientos, pero sí recibirlos y aceptarlos sin miedo. El autoconocimiento pasa por descubrirnos en todas nuestras facetas para construir las herramientas que nos permitan enfrentar las emociones de manera sana y encontrar nuestro bienestar.

 

Hay ocasiones en las que el problema trasciende más allá de lo que envuelve al estado anímico y nos resulta imposible encontrar esas herramientas tan necesarias. Cuando esto ocurre, la clave está en descolgar el teléfono y buscar ayuda profesional. Al igual que vamos al fisio cuando el dolor de espalda no desaparece con un simple estiramiento, el psicólogo nos ayudará a eliminar otro tipo de contracturas que, a solas, no podemos enfrentar.

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